miércoles, 6 de enero de 2010

Las Relaciones Personales II

Ahora y continuando con la cuenta de banco, apliquemos este símil a la relación de unos padres con su hijo. Por ejemplo, si a pesar de que le quieres sinceramente, el trato con un hijo tuyo adolescente se reduce en la práctica a periódicas reconvenciones (ordena tu cuarto, has llegado tarde, vístete como una persona normal, córtate el pelo, baja la basura, a ver si ayudas en casa, baja el volumen de la radio, dónde vas con esas pintas, etc.), más algunas conversaciones insustanciales, unos cuantos consejos (por desgracia, frecuentemente inoportunos), y poco más, entonces es muy probable que la cuenta emocional con tu hijo esté en números rojos desde hace tiempo.

En esas circunstancias, si tu hijo tiene que tomar una decisión importante, la comunicación con él será tan difícil, y su receptividad tan baja, que toda tu sabiduría, tu experiencia de padre o de madre y tu afán de ayudarle te servirán en ese caso realmente para bien poco.

¿Cuál es la solución entonces? Si es ésa la situación, lo más práctico es salir cuanto antes de los números rojos y llegar pronto a niveles de cierta solvencia emocional en esa relación.

Habrá que tener pequeñas atenciones, mostrar una mayor capacidad de interesarse por él, de escucharle y comprenderle. Habrá quizá que dedicarle más tiempo, y procurar ponerse más en su lugar. Tendrás que hacerle sentir que se le acepta como es, que se le quiere ayudar a mejorar respetando lo más posible sus ideas y su personalidad.

Probablemente no logres mejoras rápidas ni espectaculares, porque quizá hay muchos números rojos y no somos capaces de hacer depósitos tan rápidamente: bien porque tenemos ingresos bajos (poco hábito de preocupación efectiva por los demás); o porque tenemos grandes y arraigados hábitos de gasto (por egoísmo, impaciencia, irascibilidad, susceptibilidad, distancia emocional, etc.); o bien porque somos de carácter cíclico o inestable, y hacemos grandes ingresos hoy pero mañana lo despilfarramos todo tontamente.

Lo malo es que a veces uno no sabe si está acertando o no, porque a lo mejor piensas que estás haciendo depósitos y resulta que estás haciendo una auténtica sangría en esa famosa cuenta... Por eso es importante considerar que en las relaciones humanas no basta con tratar a los demás como quisieras que te trataran a ti, porque quizá hay cosas que a ti te agradan y a esa otra persona no, o cosas que nosotros consideramos triviales pero que para ella son muy importantes.

Hay que asegurar, por ejemplo, que nuestros intentos de acercamiento no se produzcan en momentos inoportunos y generen nuevos rechazos. Y comprobar que no hay una profunda falta de comprensión mutua que haga que esa relación se esté construyendo sobre cimientos minados.

Hacerse cargo de la realidad intelectual y emocional de los demás —cómo piensan y qué sienten—, así como de su capacidad real de superarse —muy relacionada con su fuerza de voluntad—, es decisivo para construir una buena relación (dedicaremos a ese tema en otro articulo).

Otras veces, a lo mejor piensas que algo ha sido un error sin más trascendencia, y resulta que él, o ella, le dan una importancia enorme... Hay multitud de pequeños detalles que, aun siendo cosas objetivamente pequeñas, en la subjetividad emocional de la otra persona pueden ser llegar a ser muy grandes.

Pero, por fortuna, ese efecto, que observamos que se produce en sentido negativo ante pequeñas faltas de respeto o consideración, breves enfados, sencillas promesas incumplidas, etc., puede producirse igualmente en sentido positivo ante sencillas muestras de afecto, de reconocimiento, de deferencia, de lealtad, etc.

Cada uno valora de modo especial algunas cosas, y es verdadera muestra de buena convivencia esforzarse por conocerlas y mantenerlas en la memoria para poder así hacerles la vida más agradable. Todo el mundo valora en mucho los detalles, entre otras cosas porque por lo general las personas suelen ser más sensibles de lo que aparentan.
www.CarlosCorreacoaching.com

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